
Siempre creyó ser una. Hasta que escuchó de forma accidental a sus amigas hablar de ella a sus espaldas. Se sorprendió. Sus compañeras parecían referirse a una mujer diferente. Su sorpresa fue en aumento cuando días después acude al psicólogo y este le traza un perfil de personalidad que podría ser de cualquiera, menos de ella. «No me reconozco», replica. «Pues hágase a la idea». Dispuesta a explorar hasta sus últimas consecuencias el prodigio de la otra, decide retirarse al campo y meditar. Ayuna y medita. Pasa horas enteras en postura de padmasana sin comer ni beber. Días, semanas, meses… Entonces descubre que en realidad ella son muchas. Y allí quedó maravillada, sin prisa por escoger.
Un saludo,
Manuel M. Almeida